13.03.2022

    Cada uno de nosotros tiene días jodidos, en los que se pierden las fuerzas y nada lo puede cambiar. Ayer fue este día para mí. No tuve ganas de hacer nada, quería cerrar las puertas del tablao y cancelar el concierto. No me entendáis mal, amo mi trabajo y haría todo por el tablao, pero es normal que a veces se tiene un día peor, ¿no?  

    Obviamente, no cerré el tablao; en cambio entré a mi oficina, apreté los dientes, tomé un café solo con azúcar y puse mi canción favorita de Guns N Roses. Después de esta sesión tranquilizadora, salí de la oficina. Los artistas ya vinieron para prepararse a la función. Pensé que no existía la cosa que pudiera mejorar mi día, pero estuve equivocado.  

    Soy el dueño de mi tablao, pero también trabajo detrás de la barra y a veces como camarero. Mi tablao no es grande, no ganamos millones de euros al mes y no tenemos más de 10 empleados, por eso conozco nuestros clientes y ayer conocí a uno nuevo, para mi muy valioso y especial. 
Antes del concierto, al tablao entró una pareja; un hombre muy alto con una mujer bajita, se veían muy ridículos, pero quién soy yo para opinarlos. El hombre se acercó a y con acento ingles muy fuerte dijo:

Buenos días, soy Anthony Davis. Durante el confinamiento compre dos billetes para un concierto de flamenco en su tablao. 

    Nunca olvidaré su apellido. Anthony Davis, el primer que nos apoyó, el que ayudó sobrevivir al tablao. Es imposible describir las emociones que sentí al verle; encogimiento, gratitud, felicidad e incredulidad se mezclaban en mi pecho. Sentí las lágrimas en los ojos y le abracé dándole las gracias. Gracias a él no perdí las esperanzas. La sonrisa no se me quitaba de la boca toda la noche, cada vez que le miraba me llenaba la felicidad y nueva energía. Hasta ahora estoy muy emocionado y estoy deseando conocer el resto de la gente que nos ayudó durante este tiempo difícil.

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